Descubriendo Paraguay, el corazón de Sudamérica
Esta es la historia de mi visita a Paraguay. Y no es cualquier historia. En mi mente, ya había adivinado que visitaría el corazón de Sudamérica durante el 2017. Coincidencia o no, ahora tengo la respuesta a la pregunta ¿qué hay en Paraguay?
No sabía qué esperar. No sabía nada de la ciudad a la que aterrizaría. Menos del país.
La primera vez que escuché sobre Paraguay fue por Chilavert, eximio arquero de la selección nacional que atajaba penales y hacía goles desde su arco en la década de los 90.
También alguna vez había leído sobre la guerra con la triple alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) y la guerra del Chaco que lo enfrentó a Bolivia. Pero no sabía mucho más. Pareciera que Paraguay no está en el radar de los viajeros que visitan Sudamérica. Ciertamente, no estaba en el mío, hasta que una mujer me convenció de lo contrario.
Así como la mayoría de los romances, mi relación con Paraguay comenzó por casualidad, en la FIEXPO 2017 en Santiago de Chile. En el stand del país mediterráneo, una paraguaya me dijo “Lo tenemos todo”. Me mostró unas fotos y le creí. Sin embargo, fue su extrema amabilidad la que hizo que se me metiera en la cabeza la idea de ir a este destino. Intenté instaurar la idea entre algunos amigos y la respuesta fue siempre la misma ¿Paraguay, qué hay ahí?
Sólo 3 meses después y sin haber abandonado la idea ir a Paraguay, me llegó una invitación por correo electrónico para visitar el país. Accedí de inmediato, sin siquiera chequear mis compromisos para la fecha de la visita. No importaba. La casualidad era demasiado grande como para rechazarla. No tenía ninguna expectativa y estaba abierta a las sorpresas.
Un 6 de octubre
El avión me arrebató el frío de comienzos de primavera de Santiago de Chile. El vuelo duró algo más de 2 horas y media. Poco antes de las 17 horas, pude divisar el verde predominante de la abundante vegetación tropical y el terracota del suelo paraguayo. Desde entonces, ambos serían los colores que me acompañarían durante toda mi estadía en Paraguay.
Aterrizamos con un leve atraso al aeropuerto Silvio Pettirosi, bastante pequeño, pero ordenado.
“¿Viene por trabajo?”, preguntó el oficial de Migraciones con un acento despojado del vaivén del español de los países latinos tropicales. Conocer un destino y posteriormente escribir de él nunca me ha sonado a trabajo, pero es lo que hago. “Vengo por invitación de SENATUR”, respondí. En mi mente pensaba que, en realidad, venía a descubrir el corazón de Sudamérica. Estaba muy ansiosa.
Miraba a los paraguayos curiosa y con una sonrisa fija dibujada en mi rostro —lo que delataba mi emoción—, tratando de retener olores, rasgos, saludos. Como siempre, quería verlo todo y entender como este desconocido país encajaba con el resto del continente.
Leila, la encargada de SENATUR que nos acompañaría durante toda esta semana, me esperaba, sonriente, y me sentí bienvenida de inmediato. Salimos a buscar la van que nos llevaría al hotel. Esperaba que la pegajosa humedad del Trópico me golpeara, pero no: una lluvia furiosa refrescaba el ambiente. Y es que en Paraguay hace calor, un calor abrasador al que los chilenos no estamos acostumbrados.
El trópico de Capricornio pasa prácticamente por el medio del país, provocando que predominen el clima subtropical húmedo y el clima tropical de sabana. Las temperaturas pueden sobrepasar los 40 grados.
Tres blogueros, una misión
Ya en el hotel Aloft, Leila me presentó a Itamar Japa del blog brasileño De Mochila e Caneca. El uruguayo Andrés Vögler, del blog y agencia de viajes Bitácoras de Viaje, se nos había sumado en la van del aeropuerto. Los tres pasaríamos una semana en este blogtrip recorriendo Paraguay junto a Leila y nuestro chofer, Emeterio, quien hablaba en una mezcla de español y guaraní y no se despegaba de su termo de tereré, el mate paraguayo.
Subimos con Itamar y Andrés por unas cervezas al bar del hotel ubicado en la terraza y disfrutamos de la vista de Aviadores del Chaco, una importante avenida de la capital paraguaya donde se desarrolla un importante eje de negocios de Asunción.
Al día siguiente debíamos levantarnos muy temprano para dirigirnos a Ciudad del Este. No había reparado que en el itinerario que me habían enviado a mi correo unos días antes “CDE” significada Ciudad del Este. Hace poco había leído sobre este destino y la dudosa reputación que acarrea desde hace varias décadas. Sin embargo, esta visita me confirmaría, una vez más, que los destinos —y a las personas— hay que conocerlas por uno mismo y no dejarse llevar por otras opiniones.