Visita a la DMZ, la frontera entra las dos Coreas
No puedo empezar este artículo sin decir que éste era el punto culmine en el programa de mi curso de verano en Corea del Sur. Como futura periodista, mi creciente interés en la sociedad, la política y el mundo aumentaron mi necesidad de hacer una visita a la DMZ por mí misma. Algunos de los otros estudiantes, incluyéndome, estábamos realmente intrigados en cómo es posible que se permitan tours a la Zona Desmilitarizada (DMZ), el lugar más peligroso del mundo, como lo llamó Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos.
Primero nos dirigimos al Museo de Guerra de Corea para dar un rápido vistazo a la historia de la guerra que hoy mantiene dividido al que alguna vez fue un país. Quisiera haber tenido más tiempo para recorrer el museo, ya que era muy grande y tenía muchas exhibiciones. De hecho, me perdí entre ellas, fascinada por otros aspectos de la historia coreana y volví media hora tarde al bus. Por suerte, no fui la única. El museo es totalmente gratis.
Entrada a la DMZ
A continuación, seguimos hacia la frontera. En el camino, paramos por un almuerzo rápido: bibimbap, un típico plato coreano.
Un soldado de la República de Corea (ROK, en sus siglas en inglés) escoltó nuestro bus, dándole un tono más serio al tour. Algunos estudiantes de intercambio de la Universidad de Seúl ignoraban completamente porqué a la DMZ se le conoce como la frontera más peligrosa: a pesar de su nombre, es la zona más militarizada del mundo.
Se nos instruyó específicamente no usar ciertas ropas y de comportarnos de forma de que no interfiriéramos con el procedimiento general. Por ejemplo, no se puede tomar fotografías en cualquier parte, sólo cuando la guía avise.
Creo que era posible sentir la tensión entre los estudiantes. El cacareo que nos identificaba se silenció por completo en el momento en que debíamos firmar la declaración de visitante que nos advertía que, en caso de ser heridos o muertos debido a hostilidades de acciones militares, el gobierno surcoreano no se haría responsable. Había rumores de que los norcoreanos podían disparar ante cualquier provocación, si es que sentían amenazados. El miedo estaba en el aire: algunos estudiantes estaban dudando de continuar con el tour, pero cambiaron de opinión.
Aprendimos que, técnicamente, ambas Coreas continúan en guerra debido a que sólo firmaron un armisticio el 27 de julio de 1953 y no un tratado de paz. El Norte y el Sur crearon una frontera en el paralelo 38 que tiene dos kilómetros en cada lado. Estos cuatro kilómetros son conocidos como la DMZ.
Fuimos a la Joint Security Area (JSA, en español Área Común de Seguridad), donde el Sur y el Norte se encuentran cara a cara. Entramos a las edificaciones azules que son usadas por ambos países para llevar a cabo reuniones diplomáticas. Una mesa de conferencias está ubicada en el centro de cada sala, con una línea de micrófonos en el centro que respeta la frontera. Sin darme cuenta, me paré en el lado norte. Dos soldados surcoreanos, siempre en posición de taekwondo, nos acompañaban. Una de las estudiantes notó de que ambos tenían BB cream —una especie de base de maquillaje—, clara señal de que estábamos en Corea del Sur.
Posteriormente, esto fue confirmado por la guía: “¡Por supuesto que está maquillado! Se tiene que sacar muchas fotos con los visitantes”. En esta parte del mundo se preocupan excesivamente de la piel y esto no es algo ajeno para los hombres y, por lo visto, tampoco para los militares.
Los estudiantes nos estábamos sacando una foto grupal cuando alguien se percató de que un soldado norcoreano estaba afuera del otro edificio. Sabíamos que estábamos siendo vigilados en todo momento, pero esta fue la única persona del otro lado que pudimos ver.
El bus pasó por el Puente Sin Retorno, donde ambos países intercambiaban prisioneros de guerra. Ellos podían decidir dónde quedarse pero, una vez cruzado el puente, jamás podían regresar. También paramos cerca de donde ocurrió el “Incidente del hacha”, donde el capitán Arthur Bonifas y Mark Barrett, dos militares americanos, fueron asesinados en manos de soldados norcoreanos.
Dejamos la JSA con un sabor amargo: este lugar simboliza la última frontera instalada por la Guerra Fría. Es difícil creer que una guerra aún no ha terminado y aún más triste saber que la mayoría de la gente que peleó en esta guerra nunca volverá a ver a ver el país unificado.
Mi única queja es no haber contado con un tour más completo. Me habría gustado, por ejemplo, visitar uno de los túneles hechos por Corea del Norte y descubierto por el Sur en los años 70s.
Desde esta visita, mi interés en la guerra coreana ha aumentado considerablemente. Cuando aprendes sobre la historia de un país, puedes entender mejor a sus habitantes. Ahora, me gustaría ver este lugar y esta historia desde el punto de vista de Corea del Norte. Quizás algún día pueda hacerlo.
PS: Dejo este link a la Guía de Vice para Visitar Corea del Norte que entra en este aislado país y nos muestra cómo las cosas funcionan allá (Shane Smith es mi héroe).
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