Cómo entrar a Berghain, el templo del tecno
El templo de la cultura tecno está en Alemania. Específicamente, en Berlín. Miles de personas viajan anualmente a la capital alemana con el fin de entrar a Berghain, club que posee una estricta y aleatoria política de entrada.
Quienes quieran ingresar pueden esperar hasta tres horas en la fila para que Sven Marquardt y su equipo decida si pueden entrar a la que fuera elegida como la mejor discoteca del mundo por la revista DJ Mag en 2009. El problema es que nadie sabe cual es el criterio de Marquardt para elegir a los asistentes.
Escucha este compilado de Ryan Elliott, DJ residente de Berghain.
Cuando visité Berlín (2012), Diego, un chileno que lleva un puñado de años viviendo en la capital alemana, me dijo No puedes venir sin conocer Berghain. Pocas semanas antes había leído sobre “el templo” en unos foros de internet y le propuse a mis amigas alemanas ir, pero me dijeron que no. No estaban dispuestas a ser rechazadas en la entrada. Pero Diego insistió.
Primero, fuimos a una fiesta en su departamento de Neukölln, barrio en el suroeste de la ciudad, donde había una mezcla de españoles, chilenos y alemanes. Luego, partimos Diego, Pau, Lili y yo: cuatro chilenos rumbo a Berghain. Tomamos el metro y en cada cambio de estación compramos cerveza y petacas individuales de Jägermeister.
Nuestro improvisado guía de la noche berlinesa nos advirtió: vístanse de negro, no hablen si no es en alemán, entremos de a dos. Resulta que Diego conocía a uno de los guardias.
El camino para entrar estaba enrejado, lo que le daba un aspecto muy under. La fila era enorme y una cosa era clara: la gente estaba desesperada por entrar. Se sentía la ansiedad. Muchos venían de vuelta, despotricando en contra del lugar que los acababa de rechazar. Gracias al conocido de Diego, no tuvimos que hacer la fila. Caminamos directo hasta la puerta, mientras sentíamos las miradas de rabia, envidia, asombro. Pero aún no estábamos dentro: teníamos que cumplir con la desconocida política de entrada del portero.
Berghain, inaugurado en 2004, está ubicado en una antigua central eléctrica. Su nombre se debe a la intersección de calles donde se encuentra: Kreuzberg y Friedrichshain. El lugar cuenta con una pista de dieciocho metros de alto, capaz de albergar hasta a 1.500 personas. También hay una pista de baile en el piso superior, llamada Panorama Bar , y un club gay en el piso inferior, Lab.Oratory, que se abre ocasionalmente.
El club alberga a los mejores dj’s del mundo y la fiesta parece nunca acabar. Abre el sábado a las 23 horas y se mantiene abierto hasta la noche del día siguiente. A veces abre los jueves y viernes.
Su diseño es minimalista, tanto así, que los baños son mixtos y no tienen espejo. El acero y el hormigón de su construcción parecen sacados de un set de la película Blade Runner. Además, hay unos cuartos oscuros que se asemejan a un laberinto. Sólo la mitad del edificio está actualmente en uso.
Llegamos a la entrada, el portero nos miró y puse mi mejor cara de alemana fetichista. Entendí que habíamos sido aceptados cuando Diego me dijo que pagara los 12 euros. El portero pidió revisar mi bolso y yo dije “Ja” —”sí” en alemán—. Me la estaba jugando con todo para entrar.
Lo primero que vi fue un guardarropa y una tienda de recuerdos. Después, una gran entrada que daba acceso a las escaleras de la pista principal donde había sillones y columnas.
Luego, miré a los asistentes: la mayoría por sobre los 25 años. Había de todo, lo que me hizo pensar que la famosa política de entrada es totalmente aleatoria, aunque dando preferencia a los de habla germana. Sobresalían aquellos con un aspecto más industrial y/o fetichista, más si estaban teniendo relaciones sexuales contra una de las columnas. A nadie parecía importarle.
Subimos a Panorama Bar, donde había un columpio y unas colchonetas. La atmósfera era muy under. Me recordó a cuando tenía 16 años e iba a las fiestas dark de la Blondie, pero con mucha más onda y con música house.
Hay cientos de foros en internet con consejos sobre cómo entrar a Berghain: Algunos claman que la política de entrada es simplemente discriminatoria. A comienzos de este año, el productor de house Felix Da Housecat fue rechazado en la entrada de Berghain y se desquitó a través de Twitter, acusando al lugar de racista.
El club berlinés es la reencarnación del Ostgut, lugar que entre 1998 y 2003 realizaba las fiestas fetichistas Snax, exclusivamente para hombres gay. Berghain mantiene la esencia de estas fiestas en la pista del sótano, pero con un ambiente enfocado en la música. No dejar entrar a cualquiera parecer formar parte del legado del Ostgut. Acá no existe el concepto VIP y, en tiempos de selfies, sacar fotos está estrictamente prohibido.
Después de algunas horas bailando en la pista del Panorama Bar, Diego se perdió y no lo volvimos a ver. Lili y Pau decidieron irse a casa y yo, al parecer, me perdí en los brazos de la noche berlinesa. Los efectos del Jägermeister estaban haciendo de las suyas.
Al día siguiente, salí de Berghain a eso de las 11 am, con las medias rotas y sin zapatos. Sí, había perdido ambos zapatos, los cuales había comprado especialmente para la ocasión. Me despedí de mi cita ocasional y recorrí Berlín en metro. A pesar de mi aspecto apocalíptico —y descalzo—, nadie me miró feo.
Entonces, ¿cómo entrar a Berghain?
La fórmula del éxito para entrar a Berghain parece ser la siguiente:
- Vestir de negro o con estilo, pero no parecer turista.
- No sonreír.
- Hablar alemán.
¿Vale la pena? Para los que gustan de ir a clubes, del tecno y de nuevas experiencias, definitivamente sí. Berghain es un espacio único, con un sistema de sonido excepcional, donde pasan cosas bastante insólitas para un club.
La paradoja de Berghain es, que a pesar de ser elegido el mejor club del mundo, aún mantiene su aura underground. Diego tenía razón, si vas a Berlín y no vas a Berghain, no conociste el verdadero Berlín.
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