Los senderos de Camiña, Región de Tarapacá
Camiña es un pueblo de la provincia del Tamarugal, emplazado en una quebrada de abruptas paredes, que encierra una enorme riqueza cultural, agrícola y arqueológica.
Es el otro Chile, aquel que no sabe de protestas ni transporte público, cuya única y más estable relación con el resto del país es a través de la televisión. La señal de internet es débil y a veces también la de los teléfonos. Y es que aquí se vive a otro ritmo, uno en que no se necesita medir el tiempo con reloj en mano.
Cementerio de flores
Ya en el camino comienzan las sorpresas. Dejamos Iquique para dirigirnos hasta la comuna de Camiña, a 195 km al Noreste. Son poco más de 3 horas en la carretera, la que súbitamente deja sus paisajes desérticos para insertarnos en la precordillera andina.
A un costado de la carretera, aparece de pronto un manto de flores que se aferra a una terraza que mira hacia la quebrada rocosa. Pero no son flores cualquiera, son flores de papel multicolor que adornan el cementerio Indígena de Chillayza. Ya desde aquí se puede apreciar la belleza natural del valle, enmarcado por montañas enormes que cambian de color a medida que pasa el día.
Seguimos por el zigzagueante camino de tierra que nos lleva hasta Camiña. Desafiando el vértigo, miro hacia abajo: los verdes cultivos en forma de terraza no dejan de sorprenderme.
Camiñando
Es feriado y doña Victoria está arando sus plantaciones, acompañada de su perro. El verde del suelo contrasta con el tono pardo de la montaña que abraza la escena. El pueblo Aymara que habita esta zona vive de la agricultura, de cultivos de zanahorias, ajos, cebollas, choclos, los que posteriormente venden en Arica o Iquique.
Es entre estas chacras que se planifica hacer una red de senderos de trekking a través del proyecto Camiñando para convertir a la comuna en Camiña en un destino turístico. Este proyecto de bien público está apoyado por Corfo, la Ilustre Municipalidad de Camiña, y ejecutado por CORDENOR, cuyo propósito es superar la escasa diversificación y desarrollo en términos de destinos y de productos turísticos de la comuna.
Conoce más sobre el proyecto Camiñando.
Este recorrido tiene una extensión de 2.2 kilómetros, una caminata sin apuro que se puede realizar en dos horas. La idea es que los agricultores, dueños de las chacras que acompañan a los senderos, se involucren e incluyan a los visitantes en sus actividades: participar en el trenzado de ajos y cebollas, sacar las hortalizas y beber un jugo fresco y natural hecho con productos cosechados por ellos mismos.
Una vez que se cruza por las chacras, el sendero llega al pucará de Huanca.
El encanto de Camiña
En Camiña no hay buena señal de Internet, pero la gente desea los buenos días al pasar. No hay cajeros automáticos, pero sí un letrero imponente en la plaza que nos recuerda donde estamos. Y curiosamente, no extraño la ciudad.
Este no es un lugar de comodidades. Es por eso que el viajero que esté en busca de experiencias auténticas se sentirá satisfecho.
Está llegando el verano y el sol pega fuerte. Las temperaturas promedios alcanzan entre los 20°C durante el día, fluctuando entre 5° y 8°C durante la noche. En los próximos meses caerá la lluvia producto del Invierno Altiplánico y los valles se teñirán de verde.
El valle tiene una longitud de 50 kilómetros. En él se distribuyen 11 localidades: Nama, Francia, Chillayza, Saiña, Quistagama, Moquella, Yala-Yala, Cuisama, Chapiquilta, Apamilca, y la capital comunal, Camiña. Son alrededor de 1.200 los habitantes que aún viven aquí, un número que desciende cada año con la migración de los más jóvenes a la ciudad.
Condoriri, mirador de cóndores
A medio camino entre la localidad de Camiña y Nama —un camino que desafía las alturas y las curvas de los caminos entre los cerros— se encuentra Condoriri, un lugar que no encontrarás en los mapas.
Este sendero mirador bordea las cumbres de las montañas que dan forma al valle de Camiña, desde donde se puede apreciar la quebrada y sus 900 metros.
Si la suerte está de tu lado, podrás ver cóndores o águilas, mientras caminas entre especies de cactus endémicos de la zona pre cordillerana de la Región de Tarapacá.
¿La recompensa? Sentarse en una roca a admirar el paisaje de Condoriri y el cielo que lo acompaña, un cielo tan azul que las fotos que adornan este artículo no requieren un sólo retoque. Desde la altura se pude apreciar la Cordillera de los Andes y la inmensidad del desierto con sus colores y silencios.
El sendero tiene una extensión de 1,1 km y un tiempo estimado de recorrido de 45 minutos. Junto a él, hay un camino por el que bien podríamos recorrer en bicicleta.
Ya de regreso al hostal —hay sólo dos en Camiña—, me siento a probar una enorme sopaipilla nortina y a ver las fotos del recorrido. No puedo conectarme a Internet, pero no lo extraño. De alguna forma, la imponente montaña que rodea a Camiña me desconecta de la civilización más moderna y me lleva a los brazos de la naturaleza de la precordillera andina. Una parte de mí se queda en Camiña, pero aún no sé qué ni porqué.
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