Lo mejor y lo peor de viajar sola
Mi primera vez viajando sola lo pasé tan, pero tan bien, que me quedó gustando. Lo mejor de viajar sola es que te va a cambiar la vida. Pero no creas que todo es miel sobre hojuelas: viajar sola tiene sus dificultades, como todo en la vida. Por eso, hice esta lista sobre lo bueno y lo malo de recorrer el mundo por cuenta nuestra.
A continuación, lo mejor de viajar sola:
- No tienes que pedirle permiso a nadie para nada.
- Andas a tu ritmo y haces lo que se te antoja cuando quieras.
- Todo es más intenso y estás más alerta de lo que pasa a tu alrededor. Si estuvieras con alguien, seguro te perderías muchos detalles e instantes por estar conversando.
- Andas más alerta.
- Tiendes a reflexionar más. O como yo, a creerte que estás en una película muy cool de tu vida.
- Puedes inventarte un personaje y ser alguien nuevo sin que nadie se entere (pero cuidado con dar tu Facebook y auto delatarte).
- Es una experiencia única. Y sí, suena cliché. No soy fan de la película Comer, rezar y amar, pero supongo que tampoco puedo escapar del estereotipo.
Y lo peor de viajar sola:
- Los comentarios burdos de mi papá tipo “¿porqué no te buscas un marido?”, a pesar de que vengo diciendo desde los 12 años que no me quiero casar y ya rechacé tres propuestas de matrimonio. Hey, ¡a nadie le falta Dios!
- Las preguntas idiotas tipo “¿De qué estás escapando?”.
- Más preguntas que no es que sean idiotas, pero las hemos escuchado tantas veces que ya nos parecen una boludez, como “¿No te da miedo viajar sola?”.
- A veces, no tienes con quien hablar. Por ejemplo, en China me fue muy difícil encontrar a alguien que hablara inglés o español y mi dominio del mandarín comprende apenas 3 palabras: Hola, Chao, Gracias. No da para una conversación. Y a mí que me gusta tanto hablar.
- Que te asocien con la tipa de Comer, rezar, amar. No es que esa peli sea mala, pero ¡es demasiado cliché!
- Acoso. Las mujeres que viajan solas somos un imán de freaks y de idiotas que creen que estamos necesitadas de afecto o de un hombre que nos proteja. Me gusta hacer nuevos amigos, no seudo guardaespaldas que creen que voy a caer a la primera cerveza.
- Tener que reportarme constantemente con mi madre para que esté tranquila.
- Las fotos de mierda. El selfie stick es un muy buen aliado para los que viajamos en solitario, pero es limitado. Y pasarle mi cámara a un desconocido no es realmente algo que me guste. Soy sudamericana, consciente e inconscientemente siempre creo que me van a robar.
- Estar en un lugar increíble y no tener con quien comentarlo. Sí, a veces es triste.
- El “small talk”. Ya saben, esas conversaciones de pasillo tipo “oye, ¡qué calor hace hoy!”, pero en versión viajera: “Hola, ¿sabes a qué hora abren el Museo”? A veces de estas conversaciones salen grandes amigos, pero generalmente no. Son sólo conversaciones para matar el tiempo y llenar el espacio. Sinceramente, no me gusta hablar por hablar, me gusta tener conversaciones profundas sobre la vida y los viajes. También me gusta reírme de estupideces, pero hablar del clima no es lo mío.
- Echarse bronceador en la espalda. En ese momento oh, ¡cómo extraño una mano amiga que me esparza la puta crema!
- Enfermarse. Nada más triste que estar mal del estómago o de cualquier cosa y que nadie te lleve agua o comida. A veces hay almas caritativas, pero otras veces no.
A pesar de todos los posibles contra, prefiero viajar sola. La libertad que te da viajar así no tiene comparación. Pero eso no significa que siempre viaje sin compañía 😉
Te recomiendo esta Guía práctica para tu primer viaje sola.