Experiencia en el hotel Antumalal
El vuelo desde Santiago, la capital de Chile, hasta Temuco, en la región de La Araucanía, duró poco más de una hora. Éramos tres periodistas con una misión: pasar tres días y dos noches en el hotel Antumalal, a sólo 2 kilómetros de Pucón, y conocer su carta gastronómica de temporada. Llegamos al aeropuerto y había una van esperando por nosotras. Fernando, nuestro chofer, resultó ser un ávido conversador.
Llegamos al hotel Antumalal poco antes de las 11 de la mañana, donde nos recibieron con las chimeneas prendidas y el desayuno listo. Subí a mi habitación y me alegró ver que era idéntica a las fotos que había visto en Internet: la cama, amplia y cómoda, peleaba codo a codo por coronarse como la protagonista de la habitación. Sus rivales: la chimenea y la espectacular vista al lago, el cual se puede apreciar desde los enormes ventanales dispuestos en todo el hotel.
Luego de una breve siesta, bajamos al comedor, donde Rony Pollak y su hijo Andrew Morgali —gerente general del hotel— nos acompañaron. Las alternativas para el almuerzo era charchicán de cochayuyo o trucha con quinoa y vegetales cocidos. Opté por el pescado y no erré en la decisión.
La construcción del Corral del Sol
La historia del Antumalal —Corral del Sol, en mapudungún— se remonta a la primera mitad del siglo XX, cuando una pareja de checos abandonaba una Europa en ruinas en busca de un futuro mejor. Así Guillermo y Catalina Pollak llegaron a Pucón, quizás atraídos por el frío clima y los paisajes verdes que les recordaba a la entonces Checoslovaquia, dice Andrew, nieto de la pareja.
El que comenzó como un salón de té a orillas del lago Villarrica, derivó en un hotel construido en un terreno de cinco hectáreas gracias al primer crédito CORFO otorgado por el entonces presidente de Chile, Gabriel González Videla.
El resultado, ideado por el arquitecto chileno Jorge Elton, es una construcción con influencias del estilo Bauhaus que mezcla funcionalidad y modernismo; un hotel que se integra al paisaje gracias al uso de madera nativa, piedra y hormigón, convirtiéndose en un hito de la hotelería gracias a su visionario concepto de lodge.
Uno de los muros de entrada del Antumalal da testimonio de la visita de grandes personalidades, como Neil Armstrong, la actriz Emma Thompson y el actor James Stewart. A unos 200 metros del hotel se encuentra el chalet real, pero el nombre no es antojadizo: fue construido específicamente para la visita de la Reina Isabel II en 1968.
Experiencia local
Volvimos a subimos a la van, esta vez para visitar los talleres de Juanita Becerra, una tejedora de Curarrehue, una comuna ubicada a 38 kms de Pucón. El paisaje es como una pintura en el horizonte: capas de colores y montañas sirven de fondo para dar paso al río Trancura. Juanita nos mostró sus talleres, su trabajo, su forma de inspirarse y un trozo de su vida.
Nuestra siguiente parada fue en La Cocina de Elisa, el restaurant de Elisa Cea Epuin, justo al frente de la plaza de Curarrehue. “Es un apellido mapuche”, dijo Elisa muy seria y orgullosa. Con el ceño fruncido añadió que debía terminar un pedido. La esperamos, mientras nos entreteníamos con los productos desplegados por el local: mermeladas de murtilla, conservas de changle, galletas de miel y piñón, entre muchos otros.
Elisa, ya más relajada, se percató de mi curiosidad antes tantos ingredientes desconocidos para mí. Nos dio a probar sus empanadas de changle, acompañadas por muday, típica bebida mapuche hecha en base a trigo. “Todo lo aprendí de mi madre, pero ella cocina mucho mejor”, comentó. El ceño fruncido de Elisa ahora daba paso a un rostro lleno de risa. Al despedirse me regaló una bolsa con galletas de piñones y un breve pero cálido abrazo.
Antes de volver al Antumalal, hicimos una parada en la casa de Rony Pollak, donde nos recibió con té y uno de los mejores queques artesanales que he probado en mi vida. Y no exagero. Rony es el vivo reflejo de lo que espero cuando voy al sur de Chile: una persona cálida, pero sencilla, que transmite tranquilidad, tal y como lo hace el hotel que construyeron sus padres.
Al volver al Antumalal, uno de los encargados prendió la chimenea de mi habitación. Me di un baño de tina y luego me sumergí en la amplia cama, con el suave sonido de las maderas quemándose como música de fondo.
El encanto de los detalles
Con 16 habitaciones y cuatro chalets, la experiencia en el Antumalal se completa en los detalles: como las sillas y sillones ataviados con cordones y las escaleras de piedra que llevan a sus visitantes al spa del hotel y a los jardines del lugar. Tiene, además, un huerto orgánico que provee al restaurant del hotel, cuya apuesta gastronómica se basa en la visión de la madre de Rony, quien utilizaba ingredientes locales de la zona, tradición que se mantiene hasta hoy.
El segundo día de mi visita al hotel fui de visita a Pucón. En la tarde participamos de una degustación con los platos de la nueva carta del hotel. Primero probamos una tabla “de mar a cordillera” con queso de cabra, pebre, sopaipillas, pil pil de calamares, chupe de jaiba, chorizo ahumado y brochetas de lomo.
Luego probamos una selección de los platos de fondo: (de izquierda a derecha, foto inferior) asado de tira braseado en miel de chancaca acompañado de cremoso de mote, sorrentinos de jaiba y puerro con salsa de azafrán, y risotto de castañas con ragout de ciervo al merlot (mi favorito). De postre degustamos peras asadas en miel y helado de tomillo.
Mi experiencia en el hotel Antumalal fue un escape perfecto de tres días desde la ajetreada capital hacia uno de los lugares más visitados de Chile por locales y extranjeros. Pucón es un destino que tiene mucho que ofrecer, tanto en invierno como en verano, siendo el Antumalal el lugar perfecto para descansar, disfrutar y aprovechar de las múltiples actividades que ofrece el hotel: sauna y masajes en su spa, trekking a las termas, cabalgatas a caballo, rafting, observación de aves, entre otras.
Agradezco la invitación a Rony Pollak y la compañía de Andrew, Fernando, María Estela y Ana María—quienes gestionaron mi visita— y a todo el equipo del hotel Antumalal.
*Este artículo no ha sido patrocinado y todas las opiniones corresponden a mi criterio y libertad de expresión otorgada por el Hotel Antumalal.
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